El perro de Pavlov es un animal degenerado porque ha sido entrenado para no sentir hambre cuando tiene hambre, sino cuando el amo suena la campana.
Hanna Arendt
La reciente publicación de la Royal Society acerca de la Orca que logra imitar sonidos realizando expresiones que semejan ‘hello’, ‘Amy’ y ‘ah, ah!’, según los autores de la publicación, ha causado, sorprendentemente, una ola de publicaciones en la prensa.
Si bien es un hecho que una de las áreas de investigación de la neurociencia cognitiva, ha estado relacionada con la capacidad que tengan los animales no humanos, especialmente los mamíferos, de asociarse a las capacidades humanas, el cómo logramos esa asociación es un tema, a nuestro entender, de fondo.
Una cuestión que ha estado presente, desde los estudios pioneros de Griffin, es demostrar que los animales no humanos están dotados de semejantes características cerebrales que los humanos, que en consecuencia les permitirían ser parte de un universo de sentimientos, emociones y razonamientos los que deberían ser parte integral de expresarse libremente. Jonathan Belcombe se ha referido a estas notables características, haciendo notar que si bien ellos no hablan como lo hacemos nosotros, la prueba científica ha demostrado que sus experiencias emocionales se encuentran mucho más fuertemente comprobadas que el hecho que no las posean.
Uno de los más notables neurocientistas, Jaak Panksepp, no sólo consideraba que las emociones y su tremenda capacidad afectiva es lo central de la expresión en mamíferos, sino que el proceso cerebro – evolutivo que en algún momento los podría llevar no sólo a pensar como lo hacen ahora y a tener expresiones verbales, algo que a los que llevamos años estudiando a los animales no humanos, no nos causaría mayor sorpresa.
Los etólogos cognitivos en esta línea han presentado abundantes pruebas, como los notables aportes de Franz de Waal, para quien los humanos y las especies relacionadas responden en forma semejante, bajo circunstancias similares y en consecuencia sus emociones son también similares, así como los conocidos trabajos de Juliane Kaminski, en los cuales, solo por nombrar algunos, converge la idea que lo relevante en este proceso evolutivo es el consciousness de cada ser sintiente, lo cual se representa en sus manifestaciones emocionales ampliamente conocidas. Esta investigadora se pregunta por qué debo “adiestrar” a un animal no humano para que haga cosas que a él no le producen ningún beneficio ni intelectual, ni moral y sólo enriquecen el antropocentrismo.
Desde la perspectiva ética, visualizamos un mundo donde los animales no humanos sean considerados como lo que son, libres, soberanos, dueños de su vida, relacionados intensamente con su entorno y elaborando relaciones intra e interespecíficas enriquecedoras, constructivas y armónicas.
El siglo XXI nos ha permitido ser testigos de un avance significativo de la búsqueda de una integración interespecífica respetuosa de los intereses de los habitantes de este planeta (y quizás de otros), alejada de los “valores” antropocéntricos que han caracterizado a la humanidad por tantos deprimentes siglos.
El entorno especista
En estas circunstancias nos hemos sorprendido con el artículo en cuestión, ampliamente publicitado, por el hecho que un grupo de científicos consiguió que Wikie, una de tantas Orcas secuestrada de su entorno hace varios años y viviendo en el ambiente de campo de concentración que representa el comentado Marineland, donde es cautiva, logró emular sonidos humanos. En ninguna de las notas de prensa se hace mención a este punto. El antropocentrismo y la explotación sigue siendo un proceso natural para algunos.
Un logro para la ciencia pura, pero al igual que el perro de Pavlov, un insulto a la inteligencia emocional de los seres vivos y un atentado a la ética. Una vuelta a las “investigaciones” de laboratorio donde se explota a los animales no humanos, con el sólo propósito de conseguir beneficios para los animales humanos.
¿Se puede denominar neurocientista cognitivo, quien no duda en investigar con seres cautivos, “adiestrados” con el único propósito de hacer miles de estupideces en una piscina, para exacerbar el espíritu hedonista de unos cuantos vagos que disfrutan de la explotación animal?
Sin duda aquí está faltando algo que permita entender el fondo de la amplitud de lo que cognición en animales no humanos implica. Algo, de suyo, muy importante que se liga a la consideración ética que la explotación de animales no humanos es vista crecientemente como un acto inmoral, impresentable a nuestro juicio, aún en el rigor científico.
El valor de la imitación
El trabajo, financiado con fondos del estado de Chile entre varios proponentes, nos lleva a aquella frase de Hanna Arendt, con la que iniciamos este artículo. La investigación se realizó en el conocido Marineland Aquarium en Antibes, Francia, definido por algunos visitantes como el “lugar más horrible para los animales no humanos”.
El citado “laboratorio de investigación”, posee las siguientes características: i) es parque zoológico marino, en el cual viven Orcas y Delfines, usualmente atrapados, algunos de ellos probablemente en las masacres anuales de Taiji, generalmente en estado infantil, separados violentamente de su grupo social, frecuentemente asociados a la muerte de la madre que intenta defender a su hijo y comprado a las conocidas mafias internacionales que los venden a estos antropocéntricos lugares, diseñados para exacerbar el hedonismo de los animales no humanos; ii) el citado lugar, además de la feria de estupideces a los cuales son obligados a hacer de por vida los animales no humanos sintientes, emocionales y neuroafectivos, cuenta con una cancha de mini golf, hotel de tres estrellas, un marineland, la “isla de los niños” y un delfinario.
No es necesario ser muy observador, para notar que aquel lugar no es más que un campo de concentración de animales no humanos a los cuales se les obliga a llevar una vida al servicio de la esclavitud, la explotación y la negación de lo más básico que debemos tener los seres vivos, la vida en libertad y la libre expresión de nuestras emociones.
Como si lo anterior no bastara, el trabajo hace bastante hincapié en que las citadas Orcas tienen un “adiestrador” que lleva con ellas más de tres años, a las cuales se les enseña a recibir órdenes a cambio de un premio, la forma conductista de “educar”, como aquellas palomas de Skinner que si golpean una puerta les cae una semilla como premio. A eso se refiere Arendt cuando señala que el perro de Pavlov es degenerado, no tiene idea lo que hace ni sabe cuál es el objetivo para el cual lo hace. Es sin guardar las distancias como el “adiestramiento de perros de policía”, cuyo proceso consiste en hacerlos dependientes de un premio, sin saber siquiera lo que están haciendo, ni cómo lo están haciendo, convirtiéndolos en marionetas colgadas de un hilo hacia el explotador humano.
El gran mérito de la investigación, pagada en parte con fondos de CONICYT, una dependencia del estado de Chile cuyo objetivo es financiar destacados proyectos de investigación científica, es que se logró que las Orcas “imitaran” tres sonidos humanos. Los papagayos de los circos, consiguen imitar más palabras sin financiamiento estatal, aunque “solidariamente” son víctimas de semejante explotación antropocentrista y especista, que caracteriza a esta investigación.
Entendemos que la neurociencia y especialmente la etología cognitiva, tienen otros compromisos con los seres sintientes, diferentes al cautiverio, la explotación, al condicionamiento operante y a conseguir que “imiten” palabras de humanos como aquellos simios, encerrados de por vida a los cuales se les enseña a imitar a los otros animales como son los de nuestra especie.
Ciertos investigadores, llevados por el espíritu antropocentrista, no manifiestan la sutileza de preguntarse qué es lo que nuestros semejantes quieren, cuáles son sus aspiraciones en la vida, qué importancia tienen sus emociones y cómo desean realizar sus relaciones interespecíficas.
Cuando se cerró el zoológico de Buenos Aires, el diario La Nación de esa ciudad, realizó un reportaje cuyo mérito es la posición de este medio desde la perspectiva de los animales no humanos, cercados por décadas en ese ya no existente campo de concentración. El artículo concluye con una acertada afirmación: “si yo pudiera decirte una palabra, te diría que te marches”.
Bien por CONICYT, ha demostrado cuán especista es nuestro ambiente científico en Chile. Quizás algún día entiendan que los animales no humanos requieren el mismo respeto que los animales humanos ostentan que poseen. Apologizando a Tom Regan, yo no alcanzaré a ver eso, pero tengo muchas esperanzas que las futuras generaciones sí lo logren.
Todos somos Wikie !!!
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