No hay certeza de que Dios realmente dio al hombre algún poder sobre las otras criaturas. Pero es más probable que de hecho fue el hombre que inventó a Dios para santificar su dominio sobre el caballo o sobre la vaca, que ya había usurpado.
Milan Kundera
La más apreciada labor de un publicista es la de convencer a un público amplio que, un producto irrelevante, innecesario, contaminante, muchas veces dañino a la salud y la mayor de las veces producto de la natural actitud antropocéntrica de arrasar con la vida de animales humanos y el entorno, es fundamental para una vida exitosa y frecuentemente hedónica.
La publicidad en palabras del economista Stephen Leacock, es la ciencia cuyo principal objetivo es detener la inteligencia humana con el propósito de obtener dinero, para lo cual saturan el ego de los animales humanos a objeto de crear adicciones involuntarias sobre inútiles productos.
De este modo una conocida transnacional cuyo adictivo producto ha sido responsable del explosivo aumento de la diabetes en el mundo, emerge con el slogan “el sabor que amas”, mostrando en su publicidad a humanos felices libando de las conocidas botellas de ese producto, sin incluir absolutamente ninguna advertencia más que la gran emoción que provoca en los humanos la bebida en comento.
Otra conocida transnacional, en su publicidad ha acuñado la frase: “rico y sano”, para referirse a sus productos lácteos. La publicidad de este producto es realmente patética, muestra a conocidos personajes alcanzando el orgasmo frente a las cámaras al tener la oportunidad de consumir uno de sus productos, mientras que otros son capaces de realizar acciones claramente reñidas con la ética a objeto de obtener un helado o un yoghurt. El aviso termina con la fatal frase, “libre de sellos”, como si eso garantizara al consumidor la vida eterna. Todo un acontecimiento publicitario.
Lo concreto es que los productos lácteos en la actualidad son intensamente investigados en relación a su correlación con la emergencia de diversas formas de enfermedades crónicas, particularmente cáncer de los órganos reproductivos y sindromes que afectan gravemente al sistema digestivo de animales humanos. Pareciera que al menos podemos discutir con ciertas bases, que un producto sano no es.
Como si lo anterior no fuera suficiente, otro fabricante de este tipo de productos nos deleita con paisajes bucólicos donde se produce la leche que consumen nuestros infantes, demostrando el entorno de respeto por el medio y naturalmente con los gestores de la leche que finalmente llega a alimentar “sanamente” a las nuevas generaciones.
Dos mensajes cargados de antropocentrismo, que sin hacer a un lado ninguna consideración ética se niegan a mostrar que el citado producto se produce en un entorno de explotación, maltrato, desprecio por la vida y el trato a seres sintientes como recursos al servicio de la especie dominante.
Para muchos la vida que deben llevar adelante los obligados huéspedes de los establecimientos lecheros es ya conocida, a pesar de ello vale la pena recordar el dramático nivel de explotación y sadismo, que marca sin duda una línea muy lejana a las consideraciones éticas que toda actividad debiera tener.
¿Muestra la publicidad cómo se les arrebatan los infantes a las madres a objeto de “maximizar el producto” y que así se puedan obtener más litros de leche por “recurso productivo”? ¿Se interesan los publicistas en indicarnos que los infantes son asesinados para que no produzcan gastos o que en el mejor de los casos se les impide hidratarse y de esta manera puedan obtener una “carne de ternero de primer nivel», que puedan vender a los restaurantes de lujo?
¿Muestra la publicidad cómo se le instalan máquinas a “cada recurso” que le extrae la leche mecánicamente, produciendo intenso dolor en las afligidas vacas y muchas veces provocando sindromes cuyo tratamiento, dependiendo del valor productivo de cada “recurso” se establece si se trata o no?
Los costosos avisos ¿se preocupan de hacernos ver qué ocurre con los “recursos” una vez que declina o definitivamente su producción ya no es interesante para el “amable” productor? ¿De dónde se imaginan que quien está observando esos avisos cree que emergen esas hamburguesas envasadas con una gráfica tan especial, que se venden en los supermercados?
En este escenario, ¿existen “las vacas felices”?, ciertamente que no, lo que existe es un mundo de terror, las productoras de leche aparecen como aquellos sótanos de los castillos medievales donde lejos de la vista del pueblo se sometía a torturas y asesinatos a quienes no comulgaban con la doctrina real.
Los productos lácteos no pueden ser vistos de otra forma que el producto directo del antropocentrismo, aquel concepto que ha decorado terriblemente la naturaleza humana, una realidad a la que no podemos abstraernos, como tampoco podemos abstraernos al hecho que la publicidad es una organización cuya ruin complicidad debiera actuar con un mínimo de autocontrol ético.
El tiempo de considerar a la especie humana como el centro del universo felizmente ya concluyó, hoy en día es preciso asociarnos al hecho que todos tenemos el mismo derecho de habitar este espacio único y peculiar que es la tierra, en esta perspectiva las consideraciones éticas a nuestros semejantes no emergen como una moda o un capricho transitorio. La opción vegana emerge como una respuesta en un universo de opciones que busquen la solidaridad y el respeto por la vida de los demás. Es tiempo de recordar a Humberto Maturana cuando se refiere a la ética como el compromiso que uno tiene de conducirse de manera de no dañar a otros ni a sí mismo en el mundo que vivimos.
Ahora quizás vale la pena volver a preguntarse: ¿es la leche sana y rica? Ciertamente no.
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