Los únicos responsables del aumento de las expectativas de vida son la nutrición y los factores del entorno, mucho más que la medicina y la investigación con ANH.
Richard W. Fogel
De todas las actividades que se han inventado los animales humanos en su reciente aparición en la tierra, podría resultar imposible encontrar alguna que, directa o indirectamente, no incluya la explotación, tortura y muerte de los animales no humanos.
Sorprendente afirmación que comprueba la carencia de creatividad de estas particulares criaturas esclavizadas por su incapacidad de desarrollar las enormes habilidades que sus congéneres poseen. De ahí que quizás la única habilidad que han logrado desarrollar sea el uso de la violencia contra sus semejantes, cualquiera que sea.
Walt Disney, uno de los más conocidos personajes contemporáneos en la explotación de animales no humanos, centró sus habilidades en exacerbar el antropomorfismo, expresión donde los no humanos, aún conservando sus características físicas propias, se comportan y aún visten como humanos. La manipulación consecuente es ampliamente conocida y millones de infantes en todo el mundo llegan a creer que los no humanos, son una parodia de la “especie superior”, a veces sin los incontables defectos que nos caracterizan.
Tanto éxito ha tenido esa manipulación cognitiva que finalmente se convirtió en una enorme transnacional destinada a “procesar” el pensamiento de los infantes y en paralelo explotando a los animales no humanos creando enormes espacios donde son encerrados y orientados a “divertir”, sin mayor cuidado por los derechos de los explotados, a quienes están dispuestos a pagar por un rato de fantasía.
El mundo de Walt Disney en la práctica oculta la explotación, el maltrato, la tortura, el asesinato masivo detrás de cortinas de bondad que caracterizarían la idílica vida de los explotados. Por ese motivo, en ninguna de las películas de este personaje se muestran los aspectos reales de la vida de los afectados. Así el toro que es torturado y asesinado en una plaza, se muestra romántico, amante de las flores y lleno de esperanzas acerca de su futuro o las vacas que son explotadas en las granjas – campos de concentración, manifiestan gran amor por su descendientes y pasean por la pradera con ellos, con finales a menudo muy emotivos. Toda una apología al antropomorfismo y a como se dice ahora, “faltar a la verdad”.
Nada en ese mundo es real, la vida de los animales no humanos, es la negación de la vida cute y es poco probable que los humanos estén en condiciones de negar la existencia del mundo de terror en que se mueven nuestros semejantes.
La vivisección
Si construimos una escala donde se pueda medir el nivel de sadismo, violencia y comportamiento amoral de los animales humanos, sin duda la vivisección ocupa el primer lugar.
La vivisección no puede ser conceptualizada más que por un permanente acto vil, destinado a someter a las más crueles torturas físicas, sicológicas y morales a seres indefensos, amparada en doctrinas éticas creadas ad hoc para justificar el sadismo y promoviendo como “razón de estado” la necesidad de experimentar con ellos en beneficio de los humanos.
La vivisección representa lo más bajo y ruin de la naturaleza humana, ligada a importantes transnacionales, estados, centros de investigación, laboratorios, criadores, cazadores y otras entidades cuya obsesión por la obtención de millonarias sumas, obnubila cualquier atisbo de ética.
Se estima que anualmente se asesinan unos 126 millones de ANH en “investigación”, incluyendo caballos, conejos, ovejas, gatos, perros, reptiles y primates. A partir de 2002, con el retiro de ratas, aves y peces del Animal Welfare Act de 1996, no existe información de cuántos millones son torturados y asesinados, en “beneficio de la humanidad”. El lobby de las transnacionales de la tortura es significativamente activo.
Las diversas “áreas de investigación” son de muchos conocidas, genética donde se convierten en mutantes; medicina en la aplicación de drogas e introducción de virus, experimentos con sus órganos.
Conocidos son los casos de los simios que son sometidos a ambientes contaminados, a la experimentación con sus cerebros a objeto de analizar diversos comportamientos, a las cirugías esterotáxicas para analizar cómo reaccionan sin partes importantes de su cerebro, al sometimiento de situaciones de stress extremo para analizar su comportamiento, a testeo con drogas, al estudio de adicciones, a las reacciones cuando se le extraen ciertos órganos. A la prueba de enfermedades infecciosas, a comportamientos sexuales absolutamente reñidos con valores éticos, a ser usados de “blancos” en pruebas de armas y a un sinnúmero de aberraciones que jamás aparecerán en las películas de Walt Disney, ni serán mencionados en sus centros de explotación de animales no humanos.
Los laboratorios experimentan sus drogas y especialmente los productores de cosméticos testean con los productos que luego serán utilizados para cuestiones tan “imprescindibles”, como colorantes del cabello, delineadores de pestañas, cremas para la protección de la piel, gotas oftálmicas, productos que mueven una de las industrias más rentables del mundo, orientadas a satisfacer las obsesiones hedónicas de los animales humanos.
La vivisección es la base que alimenta el antropocentrismo y obviamente alimenta a las empresas que lucran con la vida de los semejantes. El mercado de la vivisección, mueve en los grandes “mercados” de occidente más de tres mil millones de dólares al año que corresponde a las cifras obtenidas de las veinte principales empresas proveedoras de estos “insumos”.
Humane washing
Así como aquellos fabricantes de productos lácteos, en cuya publicidad se “demuestra” que no hay ser más feliz en la tierra que aquellas vacas que son explotadas a través de la “leche robótica”, las transnacionales de la tortura han encontrado una vía muy efectiva, que se ha conceptualizado como el humane washing, el cual consiste en hacer ver a la población cuán necesario para el “bienestar” humano es el uso de animales no humanos en la “investigación”. Sin este tipo de explotación no sería posible avanzar en los tratamientos de los fatales síndromes crónicos que exterminan las poblaciones humanas. La verdad es que según cifras de European Community, no más allá del 19% del total de las las víctimas es utilizada en investigación científica.
En realidad la labor de lobby del humane washing está orientada a proteger una industria multimillonaria de crecimiento exponencial que en los últimos años ha traspasado las fronteras del mundo desarrollado. En Argentina, por ejemplo, se encuentra en trámite la ley que autorizará la vivisección en ese país.
En su búsqueda de una “certificación académica” a esta siniestra actividad se ha intentado encontrar justificación en algunas doctrinas bienestaristas (que nada tienen que ver con bienestar), quienes en líneas generales sostienen que se puede atribuir algunas emociones primarias a los animales humanos, pero especialmente se debe respetar el hecho que si sienten dolor, aunque no tienen la capacidad de asociar ese dolor a otras emociones. En consecuencia bastaría con reducir, lo más significativamente que se pueda, ese dolor y, cumplido ese objetivo las consideraciones éticas quedarían disculpadas, intentando neutralizar los sentimientos de compasión que puedan emerger en los animales humanos, que a pesar que de acuerdo a surveys realizados en USA, más del 75% de los encuestados rechaza esta brutal práctica, la industria sigue creciendo gracias a los miles de millones que se invierten en lobby y en publicidad.
Políticas públicas
El gobierno de Mauricio, un pequeño archipiélago enclavado en el Océano Indico, exporta anualmente a los USA alrededor de 9.000 primates para “propósitos de investigación”, en un proceso que a corto camino acabará con la existencia de sus especies en el territorio a cambio de unos miles de dólares. Imposible entender tanta estupidez expresada en la obsesión por los dolares.
Doctrinariamente el mercado de la vivisección se ha visto protegido por ciertas “doctrinas éticas” que intentan, sin resultado visible, esta irónicamente amoralidad.
En esta perspectiva, el utilitarismo y el bienestarismo han aparecido como la caballería en película del oeste americano al rescate de la tortura.
No es aceptable su rol cómplice, desconociendo un hecho que está mil veces demostrado, que los animales no humanos no solo sienten dolor. Están dotados de semejantes emociones de quienes ostentamos sentirnos la “especie escogida”. Al igual que los humanos sienten miedo, angustia, temor, rabia, perciben la muerte y además son poseedores de empatía y altruísmo. Los animales no humanos son seres que tienen todas las condiciones de mantener relaciones afectivas, algo convenientemente negado por ambas posiciones.
La cuestión no es “reducir el sufrimiento” en la “medida de lo posible”, la cuestión es que no debe existir sufrimiento. Es inaceptable que nuestros semejantes no estén dotados de derechos que les permitan vivir en libertad en su entorno y con las formas de vida que ancestralmente han tenido. Ninguna doctrina puede justificar la intervención, tortura y muerte, acogiéndose al principio de hagámoslo, “pero que no se note”.
Los “civiles” tenemos un compromiso moral con el derecho a la vida de todo ser vivo y en este sentido es preciso que se promuevan políticas públicas que estén a la altura de estos requerimientos y no ser observadores pasivos de la tortura y exterminio, además con fines de muy dudosa justificación.
Tenemos un desafío, terminar con esta estupidez, un camino en el que muchas organizaciones en el mundo están comprometidas, la nuestra es una más. La urgencia de generar políticas de conocimiento público que demuestren la falacia de la vivisección, va a convertirse en un seguro aliciente a terminar con esta práctica. Es nuestra tarea.
¿Qué pensaría Walt Disney de este mundo tan distante de su doctrina antropomorfista?
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