El veganismo para quienes lo quieren entender

En el curso de su desarrollo el hombre adquirió una posición dominante sobre las otras criaturas del reino animal, se atribuyó un alma inmortal y un origen divino que le permitió aniquilar el lazo comunitario entre él y el reino animal.
Sigmund Freud

Introducción

Es frecuente que se estime que el veganismo es la privación de consumir ni utilizar productos en cuyo origen esté involucrado la explotación, tortura y asesinato de animales no humanos, para algunos sin existir una razón de fondo que justifique tal accionar y en consecuencia, como todo principio se le observa como algo extraño que surge en un medio antropocentrista, donde los “valores” humanos son considerados como algo natural y fuera de toda discusión.

Verdaderamente el veganismo es una expresión integral cuya construcción está relacionada con la conservación del entorno, el respeto por la vida de todos los seres vivos, la consideración ética que todos los habitantes de la tierra somos poseedores de valores inherentes y en consecuencia el fondo es el derecho a la vida, el reconocimiento como agentes morales y sin lugar a dudas el respeto a la libertad de todos los individuos, sean animales humanos o no humanos.

El planteamiento del veganismo está más relacionado con el hecho que los humanos se han atribuido un rol en la naturaleza que surge por su creciente control sobre el resto de la vida, la cual han vestido con teorías de origen y fondo antropocentristas, teológicas y en los últimos tiempos especistas, diseñadas con el propósito de justificarlo en base a un fin superior que es el bienestar (no el bienestarismo) y en definitiva la preservación de la especie humana.

Si bien es cierto que es un hecho innegable que los hombres dominan el sistema en que nos ha tocado vivir, esta dominación se ha dirigido a la destrucción de su espacio de vida, como consecuencia de un accionar fuera de la lógica que debiera ser relacionada con la preservación del entorno y al derecho a la vida y la libertad de todos.

Las razones del veganismo

No resulta aceptable, a ojos de los veganos, que nos encontremos en una carrera por terminar con la vida en todas sus formas, incluyendo la de nuestra especie, con la única justificación de exacerbar los principios hedonistas y las adicciones neurológicas de los humanos.

Quizás lo más sorprendente de todo este proceso, es que producto de una colectivización de las ideas a través de redes de comunicación estratégicamente diseñadas, para una parte de las poblaciones humanas este sistema de vida les resulte cómodo, aún a sabiendas que la tierra se encuentra en su sexto exterminio masivo, el denominado antropoceno, cuyo proceso por primera vez en los millones de años que tiene la tierra es provocado directamente por la acción antrópica.

Se estima que en el superpoblado planeta, al menos unos seiscientos millones de animales humanos hemos optado por el veganismo como una forma de vida, como respuesta a este catalítico proceso. Sin embargo estas cifras no resultan significativas frente a la maquinaria destructiva que han organizado los grandes capitales necesitados de generar cada día mayores divisas a sus inversionistas, a los estados naciones que han promovido el hiper desarrollo a costa del entorno y a la bizarra competencia por demostrar que los humanos nos encontramos en condiciones no sólo de dominar la vida del planeta, sino también de exterminarla, algo de suyo muy ligada a la evolución de la presencia humana en la tierra.

La tierra, al igual que el Titanic, se dirige en rumbo de colisión a su final forma confiada y alegre, como si de pronto pudiera aparecer una varita mágica que reseteara toda la estupidez que se ha cometido contra el medio y se lograra en un acto, rescatar todo lo perdido. Cualquier acción que se tome a esta altura ya no podrá detener el proceso destructivo, no retornará a la vida al 99% de las especies que han desaparecido en esta loca carrera hacia el exterminio ni volverá a vestir de verde los grandes espacios que por millones de años le dieron estabilidad al sistema y que hoy en día ya no cuenta con la capacidad de “ventilar” la cantidad de gases que nos han convertido en un gran invernadero de polución industrial.

Verdaderamente es paradójico que siendo el humano la especie más inteligente del planeta, que ha manifestado grandes desarrollos en tecnología, no ha logrado despegarse de una cuestión tan básica, característica de la vida de sus comienzos, que es tener que recurrir al asesinato de otros para alimentarse. Mientras las naves espaciales surcan el espacio exterior con el propósito de expandir las fronteras de nuestro avanzado conocimiento, en los campos de todo el mundo se continúa “criando” y “sacrificando” a los animales no humanos, con la misma técnica del degüello que se utilizaba hace miles de años. No se ha creado una opción tecnológica a la producción masiva de alimentos, más allá de crear mecanismos para multiplicar y automatizar los procesos, el “envasado”y la “logística” del “recurso”. No era tanta la inteligencia, era más bien modesta, muy modesta.

Puede que la “evolución” se encuentre en las granjas industriales que abastecen a los grandes conglomerados urbanos, donde los animales humanos que los pueblan, conocen a los animales no humanos en higiénicas cajas de poliuretano cubierto con celofán sin siquiera estimar la vida y muerte miserable que llevan en los campos de concentración industriales.

Aunque las cifras no representan el sufrimiento y la miseria y a menudo ni siquiera son retenidas en las mentes de los lectores, conviene mencionar algunas. Más de 58 billones de pollos, 3 billones de patos, 296 millones de ovejas, son asesinadas anualmente para abastecer los mercados urbanos. 156 millones de toneladas de peces son extraídos de los océanos y mares exteriores e interiores del mundo.

Paradójicamente la mayoría de ellos son molidos para producir alimentos a la industria de “cadáveres rojos”, en una industria cuyo revenue supera los 162 billones de dólares anuales, sólo considerando las 10 mayores “productoras”.

Phillip Wallen con absoluta razón se refirió a que las vacas, siendo vegetarianas, son ahora el depredador marítimo más grande del mundo.

El 70% del agua dulce disponible en el mundo se utiliza en la agricultura y un tercio de ella, en la “industria cárnica”. Para abrir nuevos espacios a esta “industria” se destruyen millones de hectáreas de espacios silvestres como la cuenca del Amazonas, el noroeste de Argentina, el sur de Australia, Madagascar, las selvas del sudeste asiático, acabando con los últimos espacios que podrían haber evitado la crisis del calentamiento global.

Esa es la imagen práctica del antropocentrismo, la teórica la analizaremos en un siguiente trabajo. Sin embargo, esa cara es la que demuele la vida en el mundo, la que no resiste la presión antropocéntrica de hoy y promete miseria para mañana, la que incentiva las migraciones masivas por incapacidad de habitar los espacios arrasados y que ha llevado a que más del 80% de los animales humanos se hacine en centros urbanos, viviendo millones de ellos en condiciones misérrimas.

El veganismo, en esta perspectiva emerge como la “conciencia” que debería ser colectivizada si aún tenemos la esperanza de salvar algo de este lugar del universo del que hasta ahora no tenemos opción de movernos. Claramente no es una dieta, una moda, una forma de bajar de peso, de hacer amigos o de verse bien en las redes sociales.

Probablemente no sea la respuesta exclusiva y quizás surjan en breve nuevas opciones frente a este escenario, es una real proposición amparada en principios éticos y de sensibilidades que se manifiestan en forma opuesta a las doctrinas antropocentristas y especistas, cuyos fundamentos describiremos en próximas presentaciones.